viernes, 26 de enero de 2018

El despechugue

A Miguel Barahona, que me animó a escribir esta entrada
y hasta eligió el título. Espero estar a la altura esperada.
Y a Eduardo Almalé, por su aportación.


Le Corbusier y Picasso se conocieron en París en los años 1930s y no se soportaron.
Parecían hechos el uno para el otro, pero tal vez por eso mismo se cayeron fatal.

Después de eso, en los 1940s, en el París ocupado por los nazis, hay turbias historias sobre ambos respecto a su actitud más o menos ambigua o "equidistante" entre los colaboracionistas y los resistentes. Ahí no quiero entrar; al menos hoy. Ya se ha dicho mucho y depende de quién lo cuente fueron unos héroes de la democracia y de la libertad o unos miserables pelotilleros. Vamos a dejarlo ahí.

Donde quiero ir es a Marsella, en 1952. Le Corbusier estaba terminando la famosa Unité d'Habitation, que era una magnífica pieza de arquitectura, pero era mucho más, y Picasso quería verla.

Eso he leído en algún sitio: que a Picasso le interesaba mucho el edificio y que fue él quien llamó a Corbu para que se lo enseñara. Pero también he leído que fue Corbu quien seleccionó a unos cuantos famosos y los invitó a la inauguración. Pudieron ser las dos cosas: que Picasso se interesara por el edificio y lo dijera y que Le Corbusier, que era el mayor lince de la propaganda y del autobombo(1) aprovechara la oportunidad y montara la fiesta.

Fuera como fuese, el caso es que el encuentro nos dio esta magnífica fotografía:


Picasso y Corbu: Dos genios, dos soberbios prepotentes y ególatras hasta la náusea, pero, lo principal, dos grandísimos artistas. En esa foto no veo nada de lo malo que acabo de decir, sino solo de lo bueno. Veo dos grandes inteligencias, unidas en ese momento ante la comprensión y la apreciación de una obra que impone su irrefutable presencia.
Veo dos personas que comprenden y que se comprenden.
Parece como si por un momento apearan sus egos y tan solo miraran y apreciaran. (Le Corbusier, siendo autor de esa mole tan extraordinaria, no parece presuntuoso en absoluto).
Hace calor, ese calor húmedo de las ciudades costeras mediterráneas. Le Corbusier viste camisa blanca de manga corta, demasiado despechugada. Picasso tiene camisa blanca con rayitas finas, de manga larga pero remangada a medio antebrazo. No se ve qué tiene en la mano derecha; probablemente un cigarrillo. Y no está despechugado.


En esta foto sí que está Le Corbusier explicando y no sabemos si Picasso le está haciendo mucho caso. Supongo que no demasiado: Ya somos mayorcitos como para aguantar tanto blablablá.
(Picasso sigue sin despechugarse, y no se ve si Le Corbusier se ha abrochado ya, porque el antebrazo del malagueño le tapa el despechugue, pero por la disposición del cuello yo diría que sigue).


Aquí ya están en la sobremesa. Los dos artistas están el uno enfrente del otro, pero sin hacerse ya caso. Hay que atender a los fans. Ahora Picasso ya se ha despechugado también, y no sabemos si el Corbu sigue porque está de espaldas.
(Me da la sensación de que una lámpara se le está cayendo encima a Picasso. Menuda galleta. Y él no se da cuenta).


Pero esta foto me tranquiliza. La lámpara no se estaba cayendo: era así. Está sujeta. Da la impresión de que esta foto está tomada al mismo tiempo que la otra desde el punto opuesto. Y sí: Parece que Le Corbusier sigue con el despechugue.

Sobre el despechugue:
Tenemos fotos de Picasso y de Le Corbusier trabajando en calzoncillos, trabajando desnudos, trabajando desastrados, sucios, como sea. Trabajando sin importarles su indumento, buscando la comodidad y la eficacia, o urgidos a trabajar como estuvieran.
También tenemos fotos de Picasso y de Le Corbusier disfrazados, cuidando exquisitamente su imagen, enmascarados, aparentando lo que no son, potenciando lo que son.

El despechugue de ese día me parece magnífico. En cierto modo era un acto de protocolo, de etiqueta, pero ese despechugue no parece un desplante ni un acto de chulería (y chulos lo eran más que nadie), sino una forma natural de soportar un calor muy incómodo y una forma muy natural y muy directa de estar. Quiero decir de entenderse. (Vamos, no sé si me explico; supongo que no).


A propósito de este episodio, el gran Eduardo Almalé, el mejor detective cultural que conozco, me ha pasado este interesante documento.


¡Toma despechugue!


(1).- Uf. acabo de decir que Le Corbusier era el número uno de la propaganda y del autobombo, pero es que estoy mencionándolo precisamente al lado de Picasso, que era el número uno de la propaganda y del autobombo. Verdaderamente estamos ante dos titanes. Si acaso alguien pudiera acercárseles sería el emperador romano Octavio Augusto, que era el número uno de la propaganda y del autobombo.

4 comentarios:

  1. Excelente despechugue de dos titanes que continuamente se despechugaban con su producción cultural.

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  2. DOS MOUSTROS DEL DISEÑO UNO CON PINCEL Y OTRO CON LAPIZ, PAPEL Y CONCRETO -ESPACIALMENTE LIGADOS COMO TODOS NOSOTROS LOS ARQUITECTOS

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  3. Es sabido que Don Pablo Picasso y Don Corbu fueron dos gigantes indiscutibles en sus oficios y en el despechuge publico... y aunque se acepte que también fueron unos expertos en el tema marketing; no creo que le puedan quitar el nº1 a quien ha sido el campeón olímpico de la auto-promoción publicitaría de todos los tiempos: El Sr. Salvador Dalí ...
    Y es que al lado de este señor, Picasso y Corbu (y Leo Burnett y Walter Thompson) parecían unos aprendices, jejeje.

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  4. Como detalle decir que el Larkin, que ya había sido demolido cuando se hizo al Unité, tenía aire acondicionado.

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