viernes, 9 de marzo de 2018

El vulgar Pritzker

A todos estos amigos cultos e inteligentes:
por lo que más adelante digo.


El otro día se ha concedido, como cada año, el premio Pritzker. Y una vez más hemos oído cómo lo llamaban "el Nobel de la arquitectura". Y un año más algunos (los más "listos") hemos sonreído con suficiencia.

Pero tengo que reconocer que el año pasado me gustó mucho que se lo dieran a RCR, y que este me he quedado boquiabierto porque jamás había oído hablar de Balkrishna Doshi.

En seguida nos informó en twitter el siempre avisado y erudito Rodrigo Almonacid de que ya en el Benevolo y en el Curtis (dos de las biblias sobre la historia de la arquitectura moderna) aparece Doshi desde ediciones antiguas. Cotejo las mías (soy un antiguo) y viene. Inmediatamente David García-Asenjo, otro joven sabio, nos instruye con este artículo y Ekain Jiménez busca y publica en twitter las fotos con las que ilustro esta entrada, y las acompaña de muy serios y justos (y elogiosos) comentarios a la trayectoria de este arquitecto desconocido minuciosamente por mí hasta ahora




Pero quien me ha animado a escribir esta entrada ha sido Jaume Prat con este artículo en el blog de la Fundación Arquia.
Me ha dejado con el culo al aire. A mí, que me he reído siempre con desdén, como tantos arquitectos, del premio y de su banalidad y de su frivolidad.

Aparte de que el premio de marras haya acertado muchas veces a ser concedido a arquitectos magistrales y de que se haya equivocado (a mi juicio) otras muchas, es cierto que por un día la arquitectura sale en todos los noticiarios de la tele, en todos los periódicos y en todas las emisoras de radio, y, por un día, parece incluso una actividad decente y estimable, y los arquitectos, así, en general y como colectivo, parecemos seres dignos de respeto y aun de aprecio.

Nos pasamos la vida diciendo que la arquitectura no le interesa a nadie y que está ninguneada, y para una vez al año en la que todos hablan de ella nos ponemos tiquismiquis y gritamos: ¡ASÍ NO! Y nos duele que la traten tan frívola y superficialmente y que ensalcen tanto un estúpido premio al que encima llaman "el Nobel de la arquitectura".

Bueno. Es un premio. Ya puestos a compararlo con los Nobel, con estos pasa exactamente lo mismo. ¿Quién está satisfecho con la relación de premiados? ¿Cuántos dignos merecedores de premio se quedaron sin él y cuántos lo han ganado sin -a nuestro juicio- merecimientos suficientes? A este respecto siempre repito que Winston Churchill ganó el premio Nobel de literatura -¡DE LI-TE-RA-TU-RA!- en 1953. Y con los Nobel de la paz mejor no empecemos.

Son premios, y claro que tienen una componente frívola, y otra tramposa, y otra interesada, y otra facilona... y yo qué sé. No hay que darles mayor importancia, pero si sirven para que la gente (incluidos los profesionales del ramo, entre quienes me encuentro) conozca a un nuevo y muy valioso arquitecto, pues bienvenidos sean.


(En este caso además el arquitecto premiado me parece muy interesante, y cuanto más me voy enterando de su vida y de su obra más me gusta. Así que si lo he conocido gracias al Pritzker bendito sea).

Con los Oscar y los Goya pasa lo mismo y hay que ver lo bien que se lo montan. Qué envidia. Si por un día la arquitectura suscitara tanto interés como el cine...

Voy mucho más lejos. Me paso tres pueblos respecto a lo que vengo escribiendo y digo categóricamente que como buen lector repudio los premios Planeta (alguna buena novela sí hay, sobre todo entre los primeros, pero cada vez la cosecha es más pobre y más burda), pero que conozco mucha gente que no ha leído un libro -por placer y por propia iniciativa- en su vida, y luego conozco a varios que leen con gusto el premio Planeta de cada año y poco más, y lo disfrutan. Pues en hora buena.


Y, ya para terminar, hace tiempo un primo mío me preguntó mi opinión sobre Joaquín Torres, y le dije que muy buena. (Intenté matizar, aprovechar la brecha para decir alguna otra cosa, pero que sí, que muy buena).
Vamos a ver. Pongámonos en contexto. Mi primo no se ha hecho nunca una casa ni ya se la va a hacer a estas alturas, pero si lo hubiera hecho me habría encargado el proyecto, y sé que habría sido una casa con arcos de ladrillo, vigas falsas de madera, columnas de granito, balaustradas... Le conozco. Y sin embargo, gracias a la tele y a las mamarrachadas de un arquitecto que desestimamos quienes vivimos y estudiamos la arquitectura, y cuya obra tiene más trampas que una película de chinos, mucha gente como mi primo ha descubierto las cubiertas planas, o el hormigón visto, o que, en general, una casa puede ser de otra manera y un arquitecto no es un mero oficinista aburrido que pasa a limpio rutinariamente los consabidos diseños.
En ese sentido ese señor ha hecho un gran favor a la divulgación de la arquitectura "moderna".


No nos engañemos. Nuestros blogs, nuestras revistas, nuestros libros los leemos nosotros mismos. No salen de nuestro círculo. No siembran. Nuestros congresos y nuestras cosas son tristes reuniones masturbatorias y viciosas que no llegan a nadie ni sirven para nada. Pero cuando en un telediario se dice "el Nobel de la arquitectura" hay millones -MI-LLO-NES- de personas que por cinco segundos dicen: "¿A ver qué ha hecho ese espabilao?", y en esos cinco segundos la arquitectura siembra más que en los eventos estupendos y en las publicaciones sesudísimas que hacemos nosotros, que somos más tontos que Abundio y más cansinos que Charles Boyer.


Ya digo: Miramos con superioridad el premio Pritzker porque es algo muy vulgar, y no nos damos cuenta de que se trata precisamente de eso: de ser vulgar, de llegar al vulgo, a la gente común. Se trata de divulgar la arquitectura para que, aunque sea durante cinco segundos, interese un poco a la gente. A la gente vulgar, sí. No a la que gasta pajarita amarilla y gafas redondas, no. A la vulgar. A la que está viendo el final del telediario para que le digan luego si mañana va a llover y para que empiece la comedia que le gusta. A esa gente durante cinco segundos le han dicho que hay una especie de premio Nobel de arquitectura y que se lo han dado a un señor muy raro.

6 comentarios:

  1. A mí me impresionó la foto en prensa de Glenn Murcut cuando se lo dieron , subido en un tractor con sombrero de paja.Arquitectura y agricultura de la mano.

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  2. Tanta "chachara" y solo quedo claro que no le gustan los premios, pensé que realmente haría un articulo sobre B.V Doshi, y final me casi ni lo mencionó, no olvidó hablar de él casi de milagro, mas de la mitad del articulo es retórica. He perdido valiosos minutos de.mi tiempo

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    1. Vaya; lo siento mucho. Mi artículo no iba sobre B.V. Doshi (pero menciono uno muy interesante sobre él cuyo enlace supongo que le habrá sido útil), sino sobre... Bueno, ya lo he dicho; tampoco es cosa de repetirme.
      Sí, en general soy bastante retórico. Siento haberle hecho perder el tiempo. También siento que este blog no sea de pago, porque si lo fuera le devolvería el dinero, que es una forma de resarcimiento mucho más sólida que una mera petición de perdón.

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    2. Por cierto, para la próxima vez (en este o en otro blog, o en cualquier periódico o revista) le recomiendo que a la tercera o cuarta línea, plas, fuera. No es cosa de estar leyendo tontunas hasta el final.

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  3. No puedo estar más de acuerdo contigo. Hasta en las respuestas a lectores quisquillosos, por llamarlos de alguna manera. Así es la vida.

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  4. Hola José Ramón, conozco un chico que trabaja su tesis doctoral sobre el territorio y las nuevas formas de cultivo de la identidad y la memoria en el urbanismos y cómo la relación del ser humano y su entorno han ido amasando la ciudad y te acabo de citar, justamente en este post, porque creo que esa distancia que la arquitectura moderna/contemporánea/de autor ha permitido entre el "vulgo" y el verdadero —oficio/ejercicio arquitectónico, ha perjudicado mucho a quienes no hemos estado ni tan siquiera cerca del star system de la profesión, pero justamente apasionados como tú Rodrigo o David, vuestras reflexiones a través de blogs, artículos, publicaciones, permiten que nos acerquemos a esos caminos, que tienen poco que ver con grandes estrellas o premios, pero tienen mucho que ver con un ejercicio sincero y dedicado del oficio. Si, José Ramón, yo si gasto mi tiempo en leerte porque estoy convencido que me hace mejor persona y mejor arquitecto.

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