jueves, 27 de julio de 2017

Berlage: Un corazón con freno y marcha alante*

A Ana Moreno, por las fotos,
a Jaume Prat, por no estar de acuerdo,
y a Emilio, por el último párrafo.

Ya que me he puesto a hablar de Berlage quiero rematar la faena contando algo que me impresiona y me produce emoción. Se trata de varias cosas, pero principalmente de lo difícil que es la arquitectura y de la fuerza y el coraje que hay que tener para llevarla a cabo. Y de la vejez y la esperanza.

Empecemos por hablar de Hendrik Enno van Gelder, el hombre necesario. Este archivero y después director de las colecciones de la ciudad de La Haya hizo campaña en 1912 para que el ayuntamiento construyera un museo que reuniera todas esas colecciones dispersas. Le llevó tiempo convencer a los gobernantes municipales, pero en 1918 ya había una comisión decidida a llevar a cabo la empresa.
La ubicación de ese museo ya estaba prevista en el plan urbanístico de Berlage, al lado del parque Zorgvliet. Un sitio muy hermoso, luminoso, tranquilo... Una delicia.
Y ya que Berlage había señalado ahí la ubicación de un museo, ¿a qué otro arquitecto se lo iban a encargar? Pues a él. En agosto de 1919 ya le estaban firmando el contrato, y en la primavera de 1920 ya estaban los diseños encima de la mesa de plenos del ayuntamiento: Planos, perspectivas y hasta una maqueta de yeso.
(Van Gelder, que al principio había pensado en otro arquitecto, en cuanto le encargaron el proyecto a Berlage se puso a trabajar con él con entusiasmo, y estaba muy satisfecho de la solución propuesta).
El edificio proyectado era muy interesante: Una planta en forma de rectángulo deformado, irregular, asimétrico, que abrazaba una lámina de agua. Era una disposición de espacios muy racional y regular, pero todas las alas giraban levemente, se desviaban de la estricta simetría. El emplazamiento era muy amplio y no había ningún impedimento para utilizar ángulos rectos. No era la forma del solar, sino el gusto de "dejar correr la mano" lo que había producido esos ángulos. Un punto de frivolidad, pero en definitiva se lograba un acuerdo muy bueno entre la necesaria independencia de algunas piezas y su relación en un todo armónico.

Museo Municipal (Geemente Museum) de La Haya.
Primera versión, 1919-20. Planta baja.
Museo Municipal (Geemente Museum) de La Haya.
Primera versión, 1919-20. Planta primera.

En mi opinión las plantas son muy sencillas y correctas, con los espacios bien estructurados. Y, por lo que veo en la perspectiva del interior del vestíbulo de ingreso, los huecos y adornos seguían una línea que yo llamaría "art nouveau duro", a base de quiebros y recortes ortogonales en lugar de las curvas delicuescentes del "art nouveau ortodoxo". Pero en estos regustos por la ortogonalidad no se puede apreciar ninguna influencia de De Stijl, que en esa época estaba en su primera fase y ya se hacía oír, y eso que estoy seguro de que Berlage seguía al grupo con el interés y la curiosidad (pero también la distancia) de un padre o un abuelo.
Berlage propuso la estructura de hormigón armado, como venía haciendo en esta última etapa de su trabajo y de su vida, lo cual es un gesto de fe en el progreso y de ganas de experimentar, llamativo a su edad(1). (El vestíbulo quedaba cubierto por una cúpula de hormigón  armado aligerada por cuarterones; es decir, una cúpula formada por nervios paralelos y meridianos de hormigón armado).

La comisión municipal aprobó el proyecto en junio de 1920 y lo expuso al final de ese año y al comienzo del siguiente. Provocó reacciones a favor y en contra (como todo, como siempre).
En octubre de 1921 el comité consultivo para el museo dictaminó que tenía un tamaño muy grande y que había que reconsiderarlo todo.

Van Gelder sabía mejor que nadie lo extensas que eran las colecciones a exponer, y tenía muy claras las ideas de lo que tenía que ser un museo moderno, que no sólo exponía obras, sino que tenía que alojar todo tipo de actividades culturales. El dictamen del comité le sentó como un tiro. El tamaño no era excesivo en absoluto. Era justo lo que necesitaba la ciudad.

Todo se paralizó, y se invitó a los directores de los museos de Hamburgo y de Fránkfurt a que estudiaran el proyecto y dieran su dictamen. Estaban ya en noviembre de 1922. El de Hamburgo fue favorable y el de Fránkfurt desfavorable. Siguió la parálisis.
Tras evaluar el posible presupuesto, la decisión ejecutiva se aplazó sine die en 1923.

En 1927 Van Gelder amenazó con dimitir y el ayuntamiento reconsideró el asunto.
En diciembre volvieron a llamar a Berlage, que ya tenía setenta y un años, y le pidieron otro proyecto más pequeño, pero que previera futuras ampliaciones.

Berlage volvió a empezar a una edad en la que ya debería de llevar bastantes años jubilado, e hizo la que es a mi juicio su mejor obra.

 Museo Municipal (Geemente Museum) de La Haya.
Segunda versión, 1928-35. Planta baja.
 Museo Municipal (Geemente Museum) de La Haya.
Segunda versión, 1928-35. Planta primera.
Estudio del recorrido.

El anteproyecto fue aprobado en febrero de 1928, el proyecto de ejecución estuvo listo en junio de 1929 y las obras comenzaron en mayo de 1931.
Berlage murió en agosto de 1934 allí, en La Haya, a la edad de setenta y ocho años, y las obras se terminaron unos meses después(2): en mayo de 1935 (veintitrés años después de que Van Gelder comenzara su campaña y su aventura por el museo).






 Museo Municipal (Geemente Museum) de La Haya.
Estado actual. Fotografías cortesía de Ana Moreno(3).

Si nos fijamos en la planta, vemos que ya es completamente ortogonal y ha perdido la "gracia" que tenía la versión anterior, pero ha ganado rigor y sencillez. (Es tan sencilla que vemos sala, sala, sala, pasillo, sala...).
Sin embargo el recorrido de los visitantes está muy bien estructurado y es todo muy fácil y directo.
El lenguaje formal del edificio es dual e incluso esquizofrénico: Un exterior de ladrillo con remates de cobre y carpinterías y caligrafías "románticas" (un tanto postwrightianas pasadas por el filtro de la rigidez ortogonal y las maclas de una forma vagamente similar a la de Dudok, y -entiéndase como se quiera- muy "holandés"), y un interior blanco, aséptico, hospitalario, con líneas decorativas de azulejo de color, ahora ya sí bastante Stijl de la primera época.

Y, para colmo, una gozosa justicia poética hizo que este museo acabara siendo uno de los más grandes templos del arte de De Stijl, un lugar imprescindible para quienes amamos ese movimiento, que podemos ver en sus salas muchas de las mejores obras de sus miembros. Así que el remoto abuelo indirecto del grupo acabó diseñando el museo donde hoy lo gozamos.

Todo lo que llevo dicho, no sólo en esta entrada, sino también en la anterior, es una mera introducción al párrafo que sigue, que es el que verdaderamente yo quería escribir:

Suele decirse (y yo también lo asumo) que pasada cierta edad uno ya no puede hacer nada nuevo, sino tan solo repetir lo que ya ha hecho. Puede introducir variantes, pero no hará nunca nada realmente nuevo. Es decir: los viejos sobran y estorban (sobramos y estorbamos); se anclan al pasado y al grito de "esto se ha hecho siempre así" ni progresan ni dejan progresar. Pues bien, Berlage nos demuestra que eso es mentira. Berlage y Van Gelder nos demuestran que un sueño puede estamparse contra una muralla, y contra dos y contra tres, pero hay que saber esperar y trabajar sin perder jamás la esperanza -no solo la esperanza: el entusiasmo-, y que cuando uno empieza una empresa a los sesenta y tres años, a punto ya de despedirse de todo y de renunciar a todo, no renuncia a nada ni se despide de nada, y pasan los años, y termina su sesentena y empieza la setentena y sigue peleando, y le obligan a abandonar un sueño, a renunciar a él, y agarra otro más modesto, más constreñido. Y hace de esa necesidad virtud y ese nuevo sueño es más joven, más ilusionante y más poderoso que el anterior. Y uno rebasa la curva final de su vida y corre ya a lo largo de la recta definitiva, y viendo que está llegando a la meta entrega el testigo, presenta el brillante expediente sin tacha, se adecenta el tipo, se atusa las barbas y muere. Muere entregando al mundo su última obra, su mejor obra, para que todos vayamos a verla y digamos en silencio: "Gracias, amigo".

¿Dije que Berlage era mediocre? Soy un gilipollas.



(1).- En 1919 Berlage tenía sesenta y tres años, una edad en la que normalmente uno está más que anclado y afianzado en lo que conoce y no se lanza a probar cosas nuevas. Además, en esa época el hormigón armado era aún un material poco frecuente en arquitectura, muy audaz incluso para los más jóvenes.
(2).- A su admirado Wright le ocurriría lo mismo veinticinco años después: Moriría a punto de ver terminado su gran museo.
(3).- Al nombrarla al principio he puesto un enlace a su blog Fragmentos del Cosmos, que no actualiza desde 2011. A ver si se le cae la cara de vergüenza y nos pone algo nuevo.
(*).- La palabra "alante" no está recogida en el DRAE, pero a estas alturas a mí ya me da lo mismo. Nunca digo "marcha adelante" ("Vamos, tira marcha adelante"). Si no estáis de acuerdo, iros con vuestras quejas a la RAE.
(**).- Me entero de que hoy es el día del abuelo. Pues mira tú por dónde.

2 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho esta entrada y me gustan habitualmente tus artículos de los cuales aprendo muchas cosas todos los días. Una última reflexión, los viejos no estorban, se aprende de ellos, pero también estaría bien que no estorbaran en el sentido de que cierta generación de "viejos" actúan como tapón se resiste a dejar el testigo a generaciones posteriores, a los cuales no ven como sus herederos intelectuales y vitales sino más bien como mano de obra barata en el mejor de los casos.

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  2. Gracias, José Ramón! El blog era algo que hice cuando estuve en Utrecht y no sé si retomaré cuando vuelva a la tesis. Tomo ejemplo de los arquitectos de tu artículo, nunca es tarde si la dicha es buena. Enhorabuena, de nuevo.
    Un saludo!

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