lunes, 28 de septiembre de 2015

Algunas consideraciones sobre el blog

Martina, una estudiante de arquitectura, me dice que tiene que hacer una presentación sobre algún tema, libro, arquitecto, movimiento, crítica, etcétera, para suscitar un debate en clase, y que ha elegido este blog.
La idea me emociona y me vuelve aún más pasteloso de lo que lo soy habitualmente. (Ni "no me lo merezco" ni narices: Las cosas vienen de la forma más inesperada y hay que celebrarlas; todas. Yo lo celebro; claro que sí).
Me pide que le cuente cómo surgió el blog, qué "ideología" tiene, etcétera, y que haga una "lectura crítica" de él.
Las circunstancias sobre cómo surgió Arquitectamos locos? ya las he contado aquí alguna vez, así que me temo que me voy a repetir.
No obstante, esto es lo que le he contestado:



ALGUNAS CONSIDERACIONES SOBRE EL BLOG “ARQUITECTAMOS LOCOS?”, por su autor.

Hola, Martina:
(Esto que te cuento ya lo he dicho en el blog. Me repito).
Siempre he sido muy discutidor (o muy bocazas), pero limitaba mis diatribas a los bares y sitios similares, con un reducido número de amigos.
Empecé a oír hablar de los blogs, y me puse a leer algunos, sobre todo de libros y de cine. Me iba haciendo gracia la idea de tener uno, pero no tenía ni idea de cómo se hacía eso.
Coincidió con el cierre de mi estudio y con la peor situación profesional y anímica que he tenido en mi vida. Mi hermana tenía un blog y me dijo que era muy sencillo. Me metí en blogger y, sin tener ni idea, acepté las plantillas que se me ofrecían, sin plantearme nada en cuanto al diseño o a la imagen del blog, y me lancé a escribir.
Esto ocurrió en julio de 2010, y yo escribía pensando en cinco o seis personas concretas (que al final son las que menos me leen) y no podía ni sospechar que en cinco años iba a tener más de medio millón de visitas.
El blog nació con un título que ni supe poner bien. Ahí se ve el nulo conocimiento que tengo de estas cosas. No me gusta la moda de escribir en español las interrogaciones con un solo signo, y hasta con el teléfono móvil las abro y las cierro, pero en el blog me diseñé un logo (que luego ni supe insertar) que jugaba con un solo signo de interrogación.
Yo quería dar un grito de indignación contra la pérdida de sensatez y de criterio en la arquitectura de relumbrón y de disparate, y titulé: ¿Estamos locos?, que a la segunda vuelta (¿Estamos locos con la arquitectura? ¿Hacemos arquitectura locos? ¿Arquitecturamos locos?) se quedó en “¿Arquitectamos locos?” Me gustó el título, pero iba con dos signos de interrogación.
Sólo tenía claro que lo que me gusta es la literatura, el cine, la música (especialmente la de jazz), y que un “blog de arquitectura” se debía abrir a esos campos. Vamos, que la sola idea de un “blog de arquitectura” me parecía un poco tonta y corta. Por eso puse el lema (que no es mío): “Quien sólo sabe de arquitectura no sabe de nada, ni siquiera de arquitectura”.
(Hace muchos años, siendo estudiante, me bajé del autobús con un libro del grandísimo Jardiel Poncela bajo el brazo. Me vio un compañero de clase, cogió con curiosidad el libro y en cuanto vio la portada me lo devolvió casi con asco, diciéndome: “¡Pero esto no es arquitectura!” Pues eso: Me ha enseñado mucha más arquitectura Jardiel Poncela que Aldo Rossi, porque Jardiel me ha hecho reír, pensar, coger ritmo, contrastar… etcétera).
Mi blog no tiene criterio, ni línea editorial. Hay algunas entradas más serias sobre algún arquitecto o movimiento, o sobre el concepto de espacio moderno o de fisión semántica, en la que me veo más profesor (aunque sin decir palabros y sin avasallar ni agobiar). Y hay otras de mero cabreo ante algún atropello. Hay otras sobre jazz. Hay otras más bromistas. Etcétera.
Cuando publico una entrada creo que ya no voy a ser capaz de publicar ninguna más. No tengo más que decir. No sé nada más. Y sin embargo al cabo de unos días me sale una nueva. Salgo más o menos a una entrada por semana, y nunca tengo la menor idea de cuál va a ser la siguiente.
(Mira: Ahora que lo digo, este texto va a ser el siguiente).
Creo que mi blog es un auténtico blog en cuanto a “diario personal”. Soy yo mismo, y se me nota mucho. Pero por ese mismo motivo adolece de falta de línea argumental o expositiva, de falta de programa.
A mucha gente le gusta leer lo que dice este bocazas, y a mí me gusta mucho escribir. Suelo hacerlo además con algún ligero tono humorístico (a veces es más descarado) y caricaturesco.
No me debo a nada ni a nadie. No cobro de nadie. No le debo obediencia a nadie. Así que lo que pongo en el blog son chorradas, pero son las que me salen libremente y sin mayor pretensión ni alcance.
Quería hacer alguna autocrítica, pero me releo hasta aquí y observo que estoy encantado de haberme conocido. Lo siento. En general no soy así, y acepto mis limitaciones y carencias con bastante deportividad y aun con cierta elegancia.
Por resumir, esto es sólo un blog. Son mis obsesiones y mis cabezonerías machaconas. Aún me sorprende que le interese a alguien.
Por favor: Si haces algún trabajo previo de presentación sobre este blog pásamelo, y si en tu clase debatís hazme un resumen.
Abrazos

José Ramón

lunes, 21 de septiembre de 2015

Pura fachada

Llevamos ya unos meses escuchando la murga del millonario chino que ha comprado el Edificio España de Madrid para tirarlo y hacer esas cosas que hace (o que dice que va a hacer) cualquier millonario que se acerca por Madrid: hoteles, salas de fiestas, casinos, puticlús o lo que sea. Pobre Madrid, que no sirve para otra cosa.
La operación consiste en comprar un edificio a pesar del edificio. Es decir: Te compras un edificio que no te gusta un pimiento y lo derribas.
Vamos, que lo que te compras es un "solar con bicho".

Edificio España. Madrid

Se juzga que el lugar es muy interesante para el negocio, pero que el edificio estorba. El edificio está en malas condiciones, cerrado y abandonado desde hace años, pero no se contempla la posibilidad de restaurarlo. (Creo que no tiene daños estructurales). Se propone directamente su derribo.
El Ayuntamiento de Madrid, náufrago en la miseria económica, pero sobre todo en la miseria moral, segrega jugosa saliva por la comisura de los labios y dice que, aunque el edificio está protegido (esas cosas raras que se hacen a veces: proteger edificios), se podría estudiar su derribo. Ya veremos.
En esto se celebran elecciones municipales en Madrid y entra a gobernarla un nuevo equipo, con una alcaldesa más sensata que dice que sólo la puntita. Es decir: Que se puede derribar el edificio, sí, construir otro, sí, y hacer lo que les salga de ahí, sí, pero dejando la fachada.
Surge entonces un problema técnico en el que entran incluso prestigiosos arquitectos e ingenieros: ¿Cómo se puede derribar ese edificio dejando en pie su fachada? Es como dejar el terreno de juego del Bernabéu de canto (qué didáctica es la "unidad campo de fútbol"). ¿Dónde narices se ancla eso? ¿Cómo se apuntala?
El chino dice entonces que se compromete a tirar el edificio completamente, y a construir luego otro con una fachada igualita.
El equipo de arquitectos e ingenieros enrollados al servicio de la alcaldesa enrollada dice que de eso nada, que la fachada debe ser protegida y que hay medios técnicos (caros, que se fastidie el chino) para dejar provisionalmente la fachada en el aire mientras se construye el nuevo edificio que la anclará y estabilizará.
Y la alcaldesa enrollada dice, con honda satisfacción, que la fachada del Edificio España va a salvarse.

Al loro: Por lo que están discutiendo todos es por la fachada, por la pura fachada.
El Edificio España está protegido por su valor histórico-tecnológico. Es una muestra de una técnica constructiva y de un alarde estructural de su época, y un logro en la concepción y construcción de edificios altos en una España que en 1948 soñaba con despertar a no se sabía bien qué.
Si lo tiran y dejan la pura fachada no habrá testimonio de nada. No habrá ya más Edificio España, sino un póster (carísimo y disparatado) en su recuerdo y homenaje.

Un edificio no es su fachada. Un edificio es un todo coherente y complejo que no se puede reducir a la imagen que da al exterior. Un edificio es un organismo completo. (¿Tan difícil es entender esto?).

Decorado de cine

Nótese que, ante el pretendido abuso del inversor, que consiste en tirarlo todo, los garantes del bien común y del alma urbana sólo exigen que se conserve la fachada.
¿Y esto por qué?
Pues porque reina la idea de que uno de puertas para dentro puede hacer con su vida lo que quiera, pero de puertas para fuera debe dar una cierta imagen. Es decir: "Dentro de tus oficinas, o de tus casinos, o de tus burdeles, tienes vía libre, pero no nos estropees la Plaza de España. Déjanos seguir paseando por la Plaza de España tan tranquilos y como siempre; sin que nada cambie; sin que nos planteemos siquiera qué está ocurriendo detrás de las fachadas".
Perfecto: Una ciudad-decorado, una arquitectura falsa y vaciada. Qué sublime ideal. (Y nosotros paseando por la ciudad como figurantes, como extras, como zombies de nosotros mismos).

miércoles, 16 de septiembre de 2015

Final

Estos días he descubierto, pasmado, esta escultura:


Es La Virgen del velo (c.1850), del escultor italiano Giovanni Strazza (1818-1875)
Es algo verdaderamente admirable: Una pieza de mármol sólida, maciza. No es un retrato al que luego se le haya superpuesto una gasa que se haya enyesado (o "enmarmolado") posteriormente. No. De eso nada. Es una talla en piedra. Es pura talla. Todo ello está hecho con la técnica de sustracción: Tomar un bloque de mármol y quitar material.
No se puede tener más maestría, ni ser mejor escultor que Giovanni Strazza.
¿Pero quién fue Giovanni Strazza? Ni idea. No había oído hablar de él en mi vida. Lo busco ahora en Google y no lo encuentro. De esta escultura si hay varias entradas, pero de la biografía del autor nada. Ni siquiera tiene entrada en la wikipedia. O sea, que este gran escultor no aparece clasificado ni como de tercera división. Vaya.


¿Por qué la historia, la memoria, no aprecia a este escultor? Pues porque su obra es deliciosa, inmejorable, perfecta... pero ya no aporta nada nuevo, y no va a ningún sitio.
Su autor es un excelente conocedor de la técnica, un maestro, un Don Nadie. Parece que no tiene nada que decir.

Fuera de los círculos más o menos próximos a la arquitectura tengo un grupo de amigos muy cultos y con una gran formación y un criterio certero, pero que no aman el arte contemporáneo. No les interesa especialmente. A veces discuto con ellos de estas cosas, y me aportan puntos de vista muy interesantes e inteligentes desde fuera de este mundo endogámico en el que nos incrustamos los arquitectos como lapas contumaces.
Naturalmente, todos ellos me dijeron que estas imágenes les gustaban mucho. ¿Y a quién no? Sobre eso no hay discusión posible. Es una obra de una gran delicadeza y de un carácter extraordinariamente bueno y bello.
Pero yo, que no puedo estarme callado sin meter la pata, les decía que esta obra es fruto de un conocimiento absoluto de la técnica, y de un dominio total del oficio. Pero nada más. (Ni nada menos, de acuerdo. Pero nada más).
Ah, ¿es que es poco dominar el oficio y la técnica? Naturalmente que no. En eso consiste la profesionalidad. Y esta escultura es, obviamente, obra de un profesional.


Pero yo creo que es la obra de alguien que conoce magníficamente su oficio pero que ya no tiene nada nuevo ni nada especial que decir. Me refiero a que es un académico que sabe aplicar académicamente su profesión, que lo hace con una gran perfección, pero que se limita a repetir lo que ya sabe. Prueba un efecto exquisito, tal vez novedoso como tal, pero no prueba una nueva forma de expresión. No arriesga. Se queda en lo trillado. Ya sabe cómo le va a salir y ya sabe que su obra va a ser admirable desde antes de empezarla. Su única originalidad es precisamente el efecto, el adjetivo prescindible.
Veo a ese escultor como a un competentísimo profesor de Bellas Artes y como a un dignísimo miembro de la Academia (no sé si lo fue; no sé nada sobre él).
También lo veo, sí, como un escultor ya aburrido, necesitado de estímulos laterales o tangenciales a la propia obra, a su consabida esencia.
Porque saberlo ya todo y dominarlo ya todo aburre mucho.
Pero para entretenerse juega con variables accesorias.
Veo el final de un camino, veo el estancamiento de este arte en una vía que ha llegado a su máxima perfección y no puede dar más de sí.
(Lo que, por supuesto, no quita, y lo repito una vez más, que vea una obra perfecta).


Este escultor podría enseñar el oficio a los jóvenes (seguramente lo hizo) y ser el adecuado eslabón de la cadena para que ésta continuara. Pero la propia cadena no podía continuar. Estaba cerrada en círculo, acabada, y ya no iba a ningún lado. ¿Continuar hacia dónde? Hacia ningún sitio. Era repetir eso eternamente y no poder mejorar ya nada ni explorar nada. Tan sólo probar nuevos alardes técnicos (por ejemplo, otra Virgen Velada pero con un tejido calado como de ganchillo) y acabar en el puro kitsch.
En el fondo, esta obra magnífica que muestra su innegable perfección pero no arriesga nada ni busca nada está ya entrando en el kitsch.
Cuando digo estas cosas los amigos a quienes me he referido antes se cabrean. Y yo los entiendo: Hay algo que se rebela profundamente en el interior de uno cuando un tocapelotas ataca una obra que es no sólo irreprochable (no hay más que verla) sino ejemplar.

miércoles, 9 de septiembre de 2015

Pecado

Seguimos teniendo noticia de distintos problemillas que tienen las obras de Santiago Calatrava.

Santiago Calatrava. L'Àgora. Valencia

Otra vez lo de siempre: Una obra faraónica que se empezó a hacer asumiendo que los costes serían monstruosos y acabó resultando que fueron muchísimo más monstruosos que lo que se dijo.
El harquitecto, que nunca se ha caracterizado por agachar las orejas y acobardarse, sino que, por el contrario, ante las dificultades ataca (lo que a mi juicio es su mayor virtud, si no la única), denuncia que la obra está sin terminar, que se han hecho cosas sin contar con él, que se está usando sin su consentimiento (¿eh?) y que para que esté en buenas condiciones de uso hay que gastarse otra porrada de dinero.
Desconozco si en su día el harquitecto hizo el correspondiente Certificado Final de Obra (se ve que no), y de qué forma ésta se recibió (odio el verbo "recepcionar", que es un monstrenco de "recibir"), pero os aseguro que yo he hecho un par de obras oficiales y que la burocracia del seguimiento de obra, certificaciones, informes mensuales hasta el certificado final y el acta de recepción es desesperantemente exhaustiva. ¿Qué pasa en estas obras? ¿Aquí no hay nada de eso? Supongo que se contrató a otro para que hiciera la faena de remate burocrático de la obra. No sé. Alguien debería explicar cómo se cuelan estas cosas.
Tampoco quiero pasar por alto la oportunidad de darle un palo al periodista que habla en el titular del riesgo de que se caiga la cubierta, y luego en el texto vemos que de lo que se trata es de que se le desprendan partes del recubrimiento. Hombre, no es lo mismo, pero ya en periodismo vale todo. Todo sea por el titular escandaloso. Tanto en arquitectura como en periodismo (como en todo) vivimos de la apariencia espectacular, y no del contenido.

Pero no era de eso de lo que quería hablar. Lo peor de lo peor es que ese edificio se encargó sin saber para qué.
De hecho, apenas se ha usado, y nadie encuentra destino ni ocupación para él.
Es decir, que se cierran alas oncológicas de los hospitales, se dejan de abrir bibliotecas en barrios de la periferia, se desatienden polideportivos y se encarga esta estrafalaria monstruosidad que no sólo cuesta el dinero que ni los valencianos ni los españoles tenemos, sino que exige, como un niño rico y malcriado, atención y gasto constante y eterno per secula seculorum.
Y la sociedad civil, democráticamente representada por sus eficaces, inteligentes y honrados políticos, asume (asumió en su día) estos despilfarros, estos despropósitos, estos pecados.
Porque ya no estamos hablando sólo de mejor o peor arquitectura. Estamos hablando de pecados. Estamos hablando de crímenes. Crímenes de lesa ciudadanía.

viernes, 4 de septiembre de 2015

Copiar

Es verdaderamente extraordinario inventar algo desde cero(*). Lo normal es que incluso los creadores más potentes y originales tomen lo existente como punto de partida y lo mejoren o combinen para obtener cosas nuevas.
Si los seres humanos no copiáramos lo que vemos desde que nacemos no seríamos capaces de aprender ni de hacer nada. Para empezar, el lenguaje lo aprendemos imitando gestos, copiando sonidos, tanteando y probando. Incluso el escritor más original, el que más destruye y recrea el lenguaje, viene de copiarlo para reelaborarlo.
Ninguno de nosotros sabría abrir una puerta si no hubiéramos visto antes a alguien haciéndolo. (Yo soy tan torpe que a poco que me cambien el mecanismo habitual me quedo sin saber abrir hasta que veo cómo lo hace otro. Y de los mandos de las duchas de los hoteles mejor ni hablamos).
¿Cómo se inventa algo nuevo? Para empezar, copiando.
Recuerdo cuando empecé a hacer mis primeros ejercicios de proyectos en la escuela. Supongo que me consideraba un genio o algo así: alguien llegado a este mundo para dar una nueva voz. Quién sabe. El caso es que sin tener ni idea de nada quería crear algo nuevo. (Al mismo tiempo, mientras diseñaba un aseo medía los aparatos del baño de mi casa; para hacer una escalera medía los peldaños de la de mi casa, etcétera. Mi casa era mi Neufert condensado; mis referencias eran limitadísimas, y no obstante yo quería ser original y aportar algo nuevo. La ignorancia es audaz).
En esa tesitura tan extraña (pero que tal vez hayáis experimentado algunos de vosotros) me hallaba cuando mi profesor de proyectos me dijo: "Copie. Copie. Busque un proyecto que le guste y cópielo".
Yo entendía que eso era hacer trampas. Qué equivocado estaba. Copiar no es calcar un proyecto, porque además no se puede: El solar no tiene la misma forma, no mide lo mismo, no tiene los mismos desniveles... El programa es parecido pero no idéntico... etcétera. Y basta con que al copiar cambiemos una mínima cosa para que todo se mueva y se desbarate, y trabajar para readaptarlo y reencajarlo es un ejercicio fantástico de arquitectura.

Alvar Aalto. Croquis no definitivo de la planta de la casa Schildt

Por ejemplo: Tomad la sencilla planta de la casa Schildt, de Alvar Aalto y copiadla tal cual, pero poniéndole un dormitorio más. ¡Uf! Qué difícil. Intentad hacerlo. Tal vez acabéis con toda la casa desarmada, y al principio parecía fácil. O bien, en esa misma casa, suprimid la elevación del cuarto de estar. Aalto lo elevó para tener mejores vistas sobre el mar. Imaginemos que en vuestra casa no hay esas buenas vistas, o que la familia prefiere la comodidad de tener toda la planta al mismo nivel. Vale: pues quitáis los peldaños y ya está. Empezad a hacer secciones y alzados, a ver qué pasa.
Copiar tiene su miga.
Además, tenemos que tener en cuenta que Alvar Aalto también copió, y que adquirir su estilo le costó muchos años de duro trabajo y muchas obras construidas.

Todos los artistas, todos los profesionales, todos los artesanos, todos han copiado. Hemos copiado. Lo que importa no es copiar, sino saber elegir buenos modelos y buenos maestros para copiarlos.

Sáenz de Oiza en el Partenón, dibujando con Javier Vellés

Le Corbusier. Vista del Partenón desde los Propíleos


(*).- Hay algunos casos sorprendentes, como el del avión. Le Corbusier cuenta en Vers une architecture que durante siglos el ser humano intentó diseñar un aparato volador con premisas equivocadas. Gente muy creativa y muy observadora pensó que para volar había que copiar a los pájaros. Si uno estudiaba el vuelo de los pájaros hasta entender por qué se producía y cómo funcionaba, podría copiar el proceso y construir una máquina capaz de volar.
Fracaso. Fracaso tras fracaso. Una máquina y otra. Alas más grandes. Mayor potencia de batido de las alas. Nada. Fracaso.
Alguien tuvo que pensar fuera de la caja y plantear el problema desde premisas físico-teóricas para concebir otro paradigma: Un plano sustentador no batiente que, propulsado a suficiente velocidad, se elevara gracias a la fuerza de resistencia que oponía el aire. Nada de batir: La solución fue lanzarse con unas alas diseñadas con determinada sección, estudiada aerodinámicamente por fórmulas abstractas y teóricas, y no observando pájaros (que en determinados momentos también toman esa estrategia).
En todo caso, la mirada creativa que observa de lado, que cambia la perspectiva y se sale de lo trillado parte también, al menos en los procesos iniciales de tantear lo existente hasta el momento, probar y trabajar con ello.