viernes, 14 de marzo de 2014

Campo y La Clesa: llantos y lloriqueos

El arquitecto Alberto Campo Baeza ha sido nombrado nuevo académico de Bellas Artes. Que sea en hora buena. Con tal motivo ha sido entrevistado en RNE. Lo celebro. Me encanta que RNE se haga eco de estas cosas y preste atención a la arquitectura.
Lo malo viene nada más empezar. Campo dice que su edificio favorito es el Panteón de Roma. Correcto. Incluso plausible. Pero añade que cuando un alumno suyo va a Roma él le pide que le mande desde allí una postal diciéndole si ha llorado o no ha llorado ante el Panteón.
Amosnomejodas.
(Por instinto de conservación y de picardía escolar yo aconsejo al alumno que ponga que SÍ, que MUCHÍSIMO, e incluso que moje alguna esquina de la postal con agua, para que a Don Alberto le llegue arrugada y llorada).


Seguimos reconfortándonos y relamiéndonos mientras insistimos en el estúpido, inaguantable y chocho cliché de que los arquitectos somos sublimes.
Los ingenieros sí sirven para algo, sí resuelven problemas, sí hacen cosas. Nosotros, al parecer, sólo nos preocupamos de si llorar o no.
Bueno, serán los hiperchiripitifláuticos, porque aquí la peña bastante tenemos con que nos encarguen la legalización de un porche, y, desde luego, lloramos por otras cosas. Anda que no tenemos para elegir.
Stendhal era un moñas. Lo de su famoso síndrome en Florencia debió de ser por una bajada de azúcar o de tensión arterial, o algo.
El Panteón es un edificio soberbio, un espacio arquitectónico fantástico, pero la idea de que ante una obra genial debamos suspender nuestro juicio y nuestra capacidad crítica y analítica para dejarnos llevar por el sentimentalismo más histérico es una idea puramente kitsch. Cuando el sentimentalismo sustituye a la razón surgen los adornos de los cementerios, los souvenirs para turistas y los tatuajes dedicados a la madre o a la novia.
Esa idea de que la arquitectura ha de ser sublime, excelsa, espiritual, buy bodita y buy hedposa, hace un enorme daño a la arquitectura misma, porque mucha gente no sabe apreciar (ni quiere, ni le importa) muchísimas obras maestras, dignas de toda nuestra atención y admiración, pero que no despiertan esa meliflua tiritona ni ese mar de lágrimas.

Por ejemplo, el edificio para la Central Lechera Clesa, en Madrid, proyectado por el genial arquitecto Alejandro de la Sota. Es un edificio extraordinario, fundamental, básico. Una auténtica obra industrial, sin un adorno, sin una sola fruslería, sin chorradas. Un edificio sencillo pero complejo, fantástico.


(Quienes no estéis especialmente interesados en la arquitectura y frecuentéis Madrid tal vez hasta lo hayáis visto de pasada alguna vez y ni le hayáis prestado atención. Está cerca del Ramón y Cajal, en la zona de Fuencarral, Cardenal Herrera Oria...)
Es un edificio sin la más mínima pretensión artística o estética, realizado con una sabiduría pasmosa y, por eso mismo, es una auténtica obra de arte. Ya que es la obra del ingenio humano puesto a la tarea para resolver un problema, para producir una solución. Y lo hace con una extraordinaria economía de medios y con una elegancia inusual.
Pues bien: Los propietarios lo quieren tirar. Y el Ayuntamiento de Madrid, la Comunidad de Madrid y el Ministerio de Cultura no piensan mover un dedo para evitarlo. (Pero intentad tocad una reja cochambrosa por Cascorro o por la Cava Baja).
Como el edificio no sigue la línea de la arquitectura sublime-stendhaliana-llorona, pues los políticos de turno (y la gente en general) no lo saben apreciar.
Siempre el maldito error de hablar de la arquitectura como una de las bellas artes y de sublimar lo que debería ser un juicio claro y límpido.
No tenemos tantas obras maestras, tantas maravillas de la inteligencia y de la elegancia como para permitirnos el lujo de tirarlas a la basura.
Esto sí que es un buen motivo para llorar. Es una verdadera pena. Ya tiraron la pagoda de Fisac. No escarmientan. Qué lastima y qué pena. Qué vergüenza de dirigentes, de país, de ciudad, de todo. Qué asco más grande.

(En este enlace Miguel Ángel Díaz Camacho lo cuenta mucho mejor que yo).

(Acabo de tener conocimiento de esta petición y de firmarla. Incluyo el enlace por si queréis firmar también. No creo en la eficacia de estas cosas, porque estoy muy desanimado, pero tampoco creo en quedarme callado y no protestar siquiera).

Si te ha indignado esta entrada clica el botoncito g+1 que hay aquí debajo. Muchas gracias.

15 comentarios:

  1. Sencillamente: BRAVO!

    Yo si que lloro cada vez que me acuerdo de la Pagoda y de lo que debió Sentir Don Miguel al ver semejante barbarie.

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  2. Aunque también me den grima estas cursiladas reconozcamos que a Campo Baeza le entrevistaban con motivo de su ingreso en la Academia de Bellas Artes, si eso mismo de los lloros lo dijese el decano de algún colegio sí sería preocupante.

    Sobre Clesa, la verdad es que no entiendo bien tu argumento, porque de lo que escribes de lo que dices también podría concluirse que una vez no hay función deja de tener valor artístico. Hay un poquito de esa cursilería en querer que la luz continúe entrando por esos lucernario, aun sin saber qué es lo que iluminará.

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    1. Muy bien visto, Kike. También lo he pensado mientras lo escribía: Si el mérito de esta obra es satisfacer perfectamente la función solicitada y ésta se ha terminado, la obra no tiene sentido. Si la admiramos "per se", como obra de arte, ya la estamos "emocionalizando" y "sentimentalizando", y, por lo tanto, la estamos "kitschificando".
      De acuerdo. La obra me emociona, me parece fantástica, bellísima, tal y cual. Pues ya estoy yo también ñoñeando y la estoy adulterando en mi apreciación.
      Vale. Pero yo lo dejo en que la obra es muy buena (o lo fue cuando tuvo unos requisitos que solucionar), y ejemplar, y que debería preservarse como se preservan los elementos históricos de interés, incluso los que nunca fueron pretenciosamente "artísticos". Es una obra de la que podemos aprender nosotros y las generaciones futuras, y merece permanecer como testimonio y ejemplo.
      (Aun así, tu argumento es irreprochable).

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    2. No creas que trataba de "pillarte" en plan tertuliano, se trata de una contradicción que comparto.

      Una maldad que lleva unos días rondándome, sabes cuando un hijo te desobedece y un diablillo dentro de ti, muy en el fondo, desea que se caiga para decir "ya te lo advertí", bueno a ti seguro que no te ocurre porque se te ve buen tipo, pero a algunos tenemos ese diablillo dentro.
      Y ese diablillo, el de algunos compañeros, desea que derriben Clesa para mostrar su superioridad moral e intelectual frente al pueblo.

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  3. ¡Cielos! Como resulta que mi condición de arquitecto no contempla mi cualidad de artista, que ni lo soy, ni podría serlo ni lo pretendo, sólo añado tres cosillas: ¡Bravo! ¡Bien dicho! y ¡Amén! Ah, se me olvidaba: existen arquitectos que son no sólo buenos profesionales, sino también artistas; y pseudo artistas que dicen ser arquitectos.

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  4. Totalmente de acuerdo con el texto; me ha recordado a una vez que hablé con un amigo noarquitecto sobre la LSP y me dijo:
    "Un hospital no tiene por qué ser bonito, así que no hace falta que lo haga un arquitecto, puede hacerlo un ingeniero."
    Una lástima que haya gente que no sepa ver más allá de la estética... Con todo lo que lleva detrás un proyecto y la de horas que hay que dedicarle me parece incluso hiriente que la cáscara se lleve toda la atención.

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  5. Este comentario ha sido eliminado por el autor.

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    1. Vende humo detected. ..

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    2. No solo vende humo, no se entiende nada de lo que dice

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    3. ...." Es un edificio sin la más mínima pretensión artística o estética, realizado con una sabiduría pasmosa y, por eso mismo, es una auténtica obra de arte"....? ? ?

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  6. Cuando estudiaba me salí de una clase de proyectos porque me dijeron que la arquitectura o se escribía con A mayúscula o no era arquitectura, yo pienso que al contrario que un pintor estamos al servicio de la sociedad y eso debería primar sobre nuestro pretendido artisteo...

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  7. Yo siento que llorar es menos malo que no hacerlo, caiga quien caiga, aunque sea en la arena. Aunque sea en un cementerio rotonda, una lágrima que avise de que no estamos catatónicos, de que estos muertos están muy locos y hacer unos lágriductos de donde vaya cayendo un gota a gota, como en Fumanchú, encima de los que derróchan semejante bién común patrimonio de la humanidad. La lágrima no hace al monje pero ayuda al compañero.

    ( Manossaltarinas53)

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  8. Bueno, el tan manido tema de "la forma sigue a la función"...Creo que es más bien una máxima de doble filo. Es peligrosa incluso.
    Compartiendo la opinión que expone de estas cosas Antonio Miranda, yo diría que lo que la arquitectura tiene que ser es coherente consigo misma, no con la función temporal y efímera que alberga en un momento dado (no deja de ser curioso que los edificios supuestamente más adaptados a una función concreta, son los primeros en quedarse obsoletos; supongo que es el ejemplo clásico de la dicotomía complicado / sencillo). Me explico. Los edificios duran mucho más que las funciones inciciales para las que son construidos (bueno, con la salvedad de los de viviendas, que suelen mantener esta función toda su vida útil), y podemos comprobar a diario que los buenos edificios se adaptan a nuevas funciones, y con no demasiados cambios (desde luego, con ninguno que los deje irreconocibles). Esto no es casualidad, sencillamente la buena arquitectura propone nuevas funciones. Es decir, en el buen proyecto de arquitectura, hay funciones y usos sin descubrir, ni tan siquiera pensados por el autor, pero que ya están ahí, porque la arquitectura es coherente CONSIGO misma.
    Resulta que el arquitecto, al proyectar respetando las leyes internas de su proyecto, satisface la función que provoca el encargo, y las que vendrán en el futuro (es decir, que con este comentario no quiero justificar que haya que mandar a tomar por culo los requisitos de la función para la que primeramente se construye el edificio, sino que digo que al proyectar buena arquitectura, se satisface esa función pero no solamente esa función).
    Paulo Mendes da Rocha (un arquitecto brasileño acojonante, en su obra y en sus escritos) dice que lo que tiene que hacer la arquitectura es servir de marco que permita desarrollarse la imprevisibilidad de la vida. Es decir, que nadie, por muy listo que sea, puede vaticinar todo lo que le pasará a un edificio durante su vida. Si el edificio es bueno, siempre se encontrará un uso para él, o mejor dicho, el edificio siempre sugerirá nuevos posibles usos, que ya están contenidos en sí mismo desde su construcción.
    Desde esta perspectiva, y haciendo un símil mecanocuántico (toma palabreja), un edificio es una especie de suma de todo lo que puede llegar a ser, al modo de la nube de probabilidad de un electrón, que abarca todos los posibles lugares en los que éste puede estar. Vamos, que para nada los edificios son formas estáticas y acabadas.
    Un tema especialmente sugerente es el de las funciones que aún no existen y son concebidas gracias a que determinado edificio las permite (me viene a la mente el tipo de los Palacios de Exposiciones, sugeridos directamente por los invernaderos de hierro y vidrio, y que no existían previamente).
    Este tipo de planteamientos los tenían muy claros en la antigüedad, no sé si por reflexión teórica o por un mero aprovechamiento de lo que estaba a mano, pero lo cierto es que no les temblaba el pulso para cambiar cualquier edificio y adaptarlo a nuevos usos. Y la arquitectura salía ganando siempre, creo yo (bueno, siempre ya es mucho decir, por si acaso es mejor decir "casi siempre" : ).

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    1. Gracias por tus comentarios.
      Por ahí tengo una entrada donde cuento una estupenda lección de Oíza, que decía que en la cocina superfuncional de la Bauhaus no cabe un horno microondas, mientras que la cocina de su abuela en Cáseda (Navarra) sí lo admite. En efecto, los edificios más funcionales se quedan obsoletos muy pronto, y sólo sobreviven por esa facultad adaptativa del espacio.
      Gracias de nuevo.

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  9. La fábrica Clesa de Sota es más que una fábrica láctea. Si se la mira con capacidad crítica, sugiere inmediatamente montones de nuevos usos. Su gran calidad así lo permite (usando el ejemplo mencionado antes de los lucernarios, no están ahi sólo para permitir que las naves sean usadas como fábrica de leche, están ahí para introducir luz natural en el edificio, con muchísimos otros posibles usos que se aprovechen de ello). No es como un estuche de violín, que si le sacas el instrumento, ya no sirve para guardar nada más (objeto tremendamente entrópico); es como un cajón, donde puedes meter infinidad de cosas distintas y de distintas maneras (objeto de baja entropía).

    Sobre la salvajada del Ayuntamiento de Madrid, pues poco que decir. Son así de bestias los que lo controlan cual cortijo desde hace ya casi 20 largos años. Es decir: 20 años de más.

    Campo Baeza sólo puede ser descrito como un cursi.
    Vamos a ver, demasiados motivos hay en este ancho mundo para provocar el llanto como para que me lo provoque el contemplar el Panteón. ¿Que es un edificio especial, acojonante y que mueve a la reflexión? Sí. ¿Que me hace llorar? Pues mira, no. Mis lágrimas las guardo para otros menesteres más importantes, todas ellas relacionadas con seres vivos.
    Pedirle a los alumnos que echen unas lágrimas me parece una cursilada propia del romanticismo más caduco. Síndrome de Stendhal puro y duro.
    Y francamente, desde 1933, en Europa ya se acabó el tiempo para las gilipolleces esteticistas. Demasiados muertos y demasiadas atrocidades como para poder permitírnoslo.
    Más le valdría a Campo Baeza echarse unas lágrimas pensando en los soldados del Ejército Rojo que se dejaron la vida eliminando al ejército nazi, o a los republicanos españoles que entraron a lomos de un tanque los primeros en la liberación de París...por poner sólo unos ejemplos recientes, pero no tanto como para que la proximidad nos haga perder la perspectiva.
    En fin. Tiene cosas muy buenas en su obra, pero su discurso es cursi y seudoromántico, es decir, nada moderno y nada valioso.

    José ramón, fantástico blog. Cada vez que entro, algo nuevo que aprender. Y una ayuda en estas noches del largo y cálido verano...

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