jueves, 27 de enero de 2011

Arquitectamos tontos

Ayer, 26 de enero, el programa España Directo de RNE1 se hizo eco de una "noticia bonita", de las de quedar bien. (De las de quedar bien a costa de los arquitectos, lo que suele ser muy agradecido y celebrado).
El Ayuntamiento de Zaragoza, de acuerdo con el Colegio de Arquitectos, está llevando a cabo una iniciativa plausible.
Se trata de revitalizar solares y rincones degradados, que alguna vez serán edificados, pero que mientras tanto (y con la crisis va para largo) se llenan de basura. Hasta que llegue ese momento, se están creando espacios de ocio, de reunión, de actividades, etc.
La noticia que daba el programa de radio era sobre la "Plaza de la Buena Suerte", uno de esos solares degradados, que había quedado estupendo gracias a las ideas de unos niños que habían ganado un concurso de ideas.


El concurso lo organizó el Colegio de Arquitectos y el Ayuntamiento, y la idea de los niños fue llevada a la realidad por dos arquitectos.
Los de la radio hablaron con un concejal, que se mostró muy respetuoso con la labor que había hecho el Colegio, y además elogió a los arquitectos. Dijo, textualmente, que eran "dos arquitectos con muchas ideas y con mucha imaginación".
Hasta ahí lo aplaudo. (Ya dije que me parecía una iniciativa plausible).
Lo malo es que esto, dicho así, es demasiado soso para salir en la radio. Hay que aderezarlo.

miércoles, 26 de enero de 2011

La maldición de Leonidov

Para completar el artículo de ayer, os pongo imágenes de algunos de los proyectos que Leonidov nunca pudo construir:

Estudios de cine Sov-kino. Moscú. 1927


Casa del Gobernador de la República de Kazán. Alma-Ata. 1928

Centrosoyuz. Moscú. 1928

 Club social. 1928


Ciudad lineal de Magnitogorsk. 1930

Comisariado de la Industria Pesada. Moscú. 1934


(Hay muchísimos más. Toda una vida dibujando).

Y ahora la única obra que construyó en toda su vida. Escalinata panorámica en el Sanatorio Narkomtiazhprom. Kislovodsk. 1938
Yo no sé a vosotros, pero a mí me da una pena tremenda.
El caso es que creo que ayer fui injusto cuando dije que le obligaron a diseñar así. Mirando dibujos de Leonidov veo más cosas de este aire. Supongo que, por alguna razón que ignoro, él mismo "evolucionó" hacia esto.
Quiero creer en su descargo que uno se desespera cuando sus diseños no encuentran nunca el más mínimo resquicio; cuando no hay forma de hacer nada; cuando uno se estrella sistemáticamente una y mil veces contra la misma pared; cuando te llaman "contrarrevolucionario", "individualista" y cosas peores. Y uno se llega a creer si no está apestado, y quiere redimirse.
No le obligaron a hacerlo así. Es sólo que si no lo hubiera hecho así no lo habría podido construir.
No lo sé. No lo entiendo. ¿Y por qué acabó Malevitch pintando campesinos cilíndricos?

lunes, 24 de enero de 2011

La tragedia de Leonidov

El estudiante de arquitectura Ivan Ilich Leonidov hizo el proyecto final de carrera más famoso de la historia. Tanto es así que aparece en toda Historia de la Arquitectura Moderna que se precie.


El Instituto Lenin muestra cómo un muchacho que está terminando sus estudios es capaz de resolver con un golpe de genio las eternas desavenencias programáticas entre las dos corrientes arquitectónicas modernas principales en la URSS: la ASNOVA y la OSA. La primera era más formal y plástica, y la segunda más funcional e ideológica. El extraordinario proyecto de Leonidov es una potente obra formal, y al mismo tiempo propone un programa sólido y exacto.
Su profesor Alexander Vesnin, uno de los dioses (con su hermano Leonid) de la arquitectura moderna, se fijó en el joven y se lo llevó a su estudio en volandas.
Un proyecto fin de carrera es un ejercicio escolar que no está llamado a ser construido. Lo que no sabía entonces el brillante Leonidov es que jamás se iba a construir ninguno de sus magníficos proyectos.

domingo, 23 de enero de 2011

Bean en cuerpo y alma

El saxofón es un instrumento curioso. Desde que lo inventó Adolphe Sax (y le puso su nombre) tuvo éxito y fue acogido inmediatamente por las bandas militares. Pero como instrumento de acompañamiento, de "hacer bulto".
En todo caso, el saxo alto, más pequeño, más versátil, más ágil, tenía muchas posibilidades como solista. Era parecido al clarinete, pero de timbre menos limpio y más atercioplelado. Los clásicos siempre prefirieron el clarinete por su limpieza y precisión, pero otros músicos más corrompidos le vieron la gracia al saxofón: una especie de instrumento híbrido y un poco bastardo. Bizet le dio al saxo alto la categoría de solista en su obra La Arlesiana.
Pero el saxo tenor es más grande, más grave, más torpón. Quedaba bien para "hacer ruido", para dar un fondo y para "estar ahí", pero nada más. Los saxos tenores solemos ser grandes y corpulentos (corpu-lentos), marchamos con el paso cambiado y damos blancas, negras y alguna que otra corchea. No somos brillantes ni acrobáticos, pero somos fiables como perros pachones. Que no nos pidan más.
Sin embargo, como digo, ni los tenientes músicos ni los directores de bandas de pueblo quieren prescindir de nosotros. Damos armonía y hacemos colchón.
Así era en el incipiente mundo del jazz. El rey de la melodía solista era el clarinete. Sidney Bechet lo compaginaba de vez en cuando con el saxo soprano. Mucho menos se escuchaba destacar alguna que otra rara vez un saxo alto, y un tenor nunca.
Pero esto cambió bruscamente el día once de octubre de 1939, en los estudios RCA de Nueva York. En esa sesión de grabación, el saxofonista tenor Coleman Hawkins (apodado Bean -alubia o judía-), con tan sólo un ligero armazón rítmico y armónico de fondo acometió el standard Body and Soul (Cuerpo y Alma). Lo hizo en un tiempo muerto de la sesión de grabación, entre dos temas importantes. Por matar el rato. El primer sorprendido del éxito de esta pieza fue él.
Por primera vez se escuchaba un saxo tenor llevando la voz cantante. Todos los saxofonistas tenores del mundo compraron el disco y se aprendieron el solo de memoria, nota por nota. Había nacido el saxo tenor como instrumento solista. Tanta influencia tuvo esta interpretación de Coleman Hawkins que en pocos años dejaron de verse clarinetes en las bandas de jazz, y los saxos se volvieron imprescindibles.




martes, 18 de enero de 2011

Siempre el espectáculo


Esta madrugada se ha quemado una nave de Leroy Merlin en Majadahonda (Madrid). Todos los noticiarios han repetido la noticia. He estado toda la mañana escuchando la radio, y en los informativos no hacían más que decir que el incendio ha sido “espectacular”.


“Un espectacular incendio en una nave…” “Un incendio espectacular en la conocida tienda de bricolage…”
El incendio ha sido pavoroso, horrible, destructivo, tremendo…, pero el único adjetivo que utilizan los periodistas es “espectacular”.
Es decir: El incendio ha sido un espectáculo. Es decir: “Nos lo hemos pasado bomba viéndolo y nos lo estamos pasando bomba contándoselo a ustedes. Es una pena que no lo hayan visto, porque ha sido espectacular. Menos mal que tenemos estas divertidísimas imágenes para que disfruten”.
Los accidentes de tráfico son espectaculares. Los terremotos son espectaculares. Los tsunamis son espectaculares. Los accidentes aéreos son espectaculares. Todo es espectacular. Todo es para nuestro solaz y nuestra distracción. Por causarnos una sorpresa, un gesto, un suspiro, están bien empleados todos los accidentes y todas las catástrofes.
Al parecer todo eso sólo tiene un sentido: Ser un espectáculo para nosotros.

viernes, 14 de enero de 2011

Ordet (La Palabra)

Voy a decir un par de cosas inconexas (y tal vez incoherentes) sobre la película Ordet (La Palabra), de Carl Dreyer. Es una película rara, y maravillosa.
Voy a destripar la película. Así que, si no la has visto pero tienes una vaga intención de verla (quizás) algún día, no sigas leyendo y vete a verla en cuanto puedas, que merece la pena. Y si te has propuesto no ver nunca ese tostón, entonces, por favor, sigue leyendo, a ver si cambias de opinión y te animas. (Si ya la has visto, probablemente todo lo que sigue te sobre).
Es una película de un realismo pertinaz, de una materialidad contundente, pero al mismo tiempo es espiritual, maravillosa, mágica. Yo hablaría de "realismo mágico" si eso no nos llevara de cabeza a García Márquez y a Juan Rulfo.
Sólo quiero hablar de dos cosas. La primera es del espíritu nórdico puritano, de la nitidez vital unida a la austeridad ascética, y de cómo la arquitectura nos da esa nota.
Voy a mostraros espacios vividos y vitales.
La película empieza con un barrido de izquierda a derecha de la finca de los protagonistas.






Como veis, es una arquitectura racional, limpia. Una casa enorme, pero sin ostentaciones ni lujos de ninguna clase.
Se ve el interior, el mobiliario, la cuadra, etc. Todo me suena a racionalismo, a funcionalidad. Demasiada desnudez, demasiado rigor.
En esa casa vive un anciano con sus tres hijos, su nuera (la esposa del hijo mayor) y su nieta. El segundo hijo es un místico loco.
La película es una sucesión de imágenes bellísimas, de una materialidad tangible. Algo tan tonto y tan sencillo como esto:
produce una sensación de verdad. La ropa blanca ondeando al viento. ¿Hay algo más sencillo? Esos escalones, esa hierba alta... Sí, es una tontería. Pero tiene algo.


jueves, 13 de enero de 2011

¿Fundación Chillida vs Oteiza-Leku?

Estos días estamos todos muy tristes ante el cierre del Chillida-Leku, esa maravilla. El motivo ha sido el más cutre (y el más habitual): no había suficientes visitantes para mantener todo aquello. Demasiados sueldos, demasiados gastos.
Pienso en el verano de hace tres años, cuando me di la gozosa paliza de ver Aránzazu, el Chillida-Leku y la Fundación Oteiza de un día para otro. ¡Qué atracón! ¡Qué cantidad de estímulos!


Como sobre estos tres santuarios del arte se me amontonan tantas ideas, voy a limitarme a hablar de un asunto muy accesorio y muy tonto (soy así): las tiendas.

lunes, 10 de enero de 2011

Michelucci: desde los trenes hasta la autopista

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El otro día os comenté mi desasosiego ante los provocadores dibujos de Michelucci. No entiendo por qué proceso un racionalista llega a eso. ¿Es porque el racionalismo no llena, y uno busca entonces otra cosa? Seguramente. Yo soy un claro defensor del racionalismo: Estoy feliz viviendo en una cultura que mide órbitas y eclipses y no lo atribuye todo a caprichos de los dioses. Pero también reconozco que el racionalismo no nos resuelve las cosas más importantes de la vida.
En todo caso, la arquitectura racionalista me produce ahora otra desazón -¡qué tío más pusilánime! ¡todo me desazona!-. Y es que la que iba a ser dura y precisa herramienta cerebral, solución exacta a problemas de función, soleamiento, economía, programa… haya quedado como reliquia romántica, como belleza. Yo, al menos, no la veo ya como teorema ni como máquina eficaz (que era lo que quería ser), sino como “cosa bonita”, “bello recuerdo”, “hermosura”. Eso la adultera. Eso la mata. Es como hacerle cariñitos en la barbilla a Chewbacca y decirle cuchi cuchi. No es eso. No desea ser cariñoso ni cuchicuchi. Eso le ofende. Caer bien y causar ternura le humilla.
Y, sin embargo, qué hermosa es la Estación de Santa María Novella de Florencia.

sábado, 8 de enero de 2011

El racionalista arrepentido

Hoy quería poner unos dibujos de Giovanni Michelucci, sin más. Me gustan los blogs en los que aparece una serie de imágenes bellas, o sorprendentes, o inquietantes, solas, sin palabras, sin estorbos. Pero tengo incontinencia verbal. No me puedo estar calladito.
Os quiero comentar apenas una cosa, y espero que os animéis a comentarme más cosas a mí, que ando un poco perdido con este arquitecto.
Fue un hombre muy longevo. Murió el último día del año 1990, dos días antes de cumplir los cien años. En los años treinta estuvo a la cabeza de la arquitectura racionalista en Italia. Su obra más conocida es la Estación de Santa Maria Novella, en Florencia, al lado de la iglesia de Alberti. Nada menos que una estación de tren. Era un proyecto endiablado: El respeto por la gran obra renacentista paralizaba a cualquiera, y estaba cantado que se hiciera lo que se hiciera las críticas iban a ser feroces. Y le salió (con varios colaboradores) un proyecto estupendo, dignísimo. Ya lo veremos en el siguiente artículo.
Lo que me sorprende es cómo el abanderado del racionalismo arquitectónico va abandonando aquella ideología, como si fuera una vía muerta, y se consagra a otra cosa. Estos dibujos, de los años ochenta (el arquitecto tenía los noventa y tantos años de edad) me inquietan, me excitan, me emocionan. No los entiendo. No sé a qué vienen. Necesito ayuda. Ayudadme con vuestras opiniones.

martes, 4 de enero de 2011

Otra vez La Sagrada Familia

Hace poco escribí un artículo en el que me quejaba de lo que le habían hecho (y le siguen y le seguirán haciendo) a la Sagrada Familia de Gaudí.
Hoy leo en EL PAÍS un artículo de Óscar Tusquets en el que se arrepiente de haber tenido aquella misma opinión.
Por honradez, y porque creo que es un tema interesante para el debate, os pongo aquí el artículo.

(Me reconforta que también se opusieran Aalto, Le Corbusier, Bruno Zevi, Giulio Carlo Argan... Gente de criterio. ¿Qué habrían dicho de verla ahora, casi terminada? ¿Se habrían arrepentido como Tusquets?)

Edito el texto para incluir el enlace que tan amablemente nos ha pasado nuestro amigo (o nuestros amigos) Anónimo. Muchas gracias. (La lista de firmantes es imponente). Clicad aquí.